lunes, 14 de diciembre de 2015

''PSICOANALISIS POR UN TUBO''

El neurólogo austriaco Sigmund Freud (1856-1939) fue uno de los más grandes investigadores de la historia, fue el padre del psicoanálisis, nunca reconocida como ciencia por no haber logrado dar base cientifica a sus teorías.

Ahora opta por renunciar al cómodo diván donde se tumbaban sus pacientes, para sustituirlo por una camilla hospitalaria; una camilla que habría que introducir en un tubo de resonancia magnética. Un escáner recogería imágenes de sus cerebros mientras hablan de su infancia... o cualquier otro problema. Cuando eses pacientes recordasen los pasajes más dolorosos, se iluminarían las regiones del cerebro  que están asociadas a los traumas. Se pintarían de colores las porciones de cerebro donde anidan la vergüenza o la fustración; las neuronas que chisporrotean en un ataque de ira, las sinapsis que atizan el impulso sexual o la melancolía ...

El diagnóstico sería tan fàcil como identificar el cachito de cerebro coloreado. Para poder comprobar los progresos de los pacientes a medida que fuera avanzando la terapia, solo hay que observar (cuando revivieran el recuerdo traumático) si las conexiones neuronales habituales vuelven a emitir relámpagos o permanecen apagadas, señal de que la tormenta ya pasó.

Estamos ante una nueva ciencia: el neuropsicoanálisis, esto es, la terapia que Freud perfiló hace 120 años pero asistida con herramientas tecnológicas.

La tesis de Schawartz (tiene un máster en Neurociencia) es que el formato del psicoanálisis lo condenaba a la extinción porque viene a ser una autoexploración guiada por el terapeuta de las intimidades del paciente mediante conversaciones que se llegan a producir a lo largo de los años. La gente prefiere terapias rápidas, expeditivas... El spicoanálisis puede ser controvertido, pero al menos va al meollo de la cuestión. No busca atajos.




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